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David-De angelo-Dobla-tus-citas

19)David-De angelo-Dobla-tus-citas
Me ha llevado mucho tiempo descubrir todas los conceptos,
técnicas y estrategias seductivas que te desvelo y enseño en
este libro.
Han sido años, dedicados al meticuloso estudio de la mente
femenina y al profundo análisis de la conducta de los
mejores seductores, los que he invertido en esto.
Ahora que casi constantemente me veo rodeado por mujeres
compitiendo por mi atención, y me sé capaz de hacerlas
disfrutar de experiencias y sensaciones maravillosas que
probablemente nadie antes haya sido capaz de hacerlas
sentir, sé que el esfuerzo ha merecido con creces la pena y
me siento orgulloso de los progresos que he realizado.
Pero no creas que siempre fue así de sencillo. Ni mucho
menos.
Verás, hace unos cuantos años, yo no era más que un chico
tímido, de apariencia convencional y que disfrutaba de un
éxito con las mujeres mediocre en el mejor de los casos.
Las chicas que se interesaban por mí lo hacían sólo con la
intención de conseguir mi amistad y disfrutar (¿abusar?) de
mi carácter amable, afable, siempre confiable y predecible.
Encanto fue la (aparentemente inocente) palabra que más
les oí pronunciar en aquella época y también la que más
odiaba de todas.

Odiaba esa palabra con pasión. Para mí era como una
maldición, una fuente inagotable de amargo sufrimiento.
¿Por qué?
Pues porque yo no quería ser tan sólo amigo de aquellas
mujeres. No quería limitarme a ser únicamente su consultor
sentimental, quien escuchaba todos sus problemas y el
sólido hombro sobre el que SIEMPRE lloraban sus penas.
Yo quería también besarlas, acariciarlas, tocarlas y, por qué
no decirlo, mantener relaciones sexuales con ellas ¿No era
acaso lo justo? Yo que pasaba el día a su lado, yo que las
escuchaba y las respetaba, yo que las amaba, ¿No podía ser
también quien se acostara con ellas?  
Pues por lo visto NO, no podía
Ellas me veían como a un amigo, como a alguien encantador
(eso me decían), pero no estaban interesadas en estropear
esa maravillosa amistad contaminándola con una relación
sexual.
¡Qué amarga ironía!
Eso lo reservaban siempre para otros, lo cual me dolía tanto
como cuando alguien te hurga sin compasión en el interior
de una profunda herida no cicatrizada.
Para añadir aún más angustia a la situación, yo lo sabía todo
sobre sus nuevos romances, porque ellas (que sentían la
necesidad de ser escuchadas y veían en mí la persona que lo
hacía) me los relataban con profusión de detalles.
A pesar de la desazón que provocaban en mí al hacerlo, no
las culpo por ello. Al fin y al cabo, yo era amigo suyo ¿Por
qué no iban a poder contármelo?
espero que te aya gustado y hasta luego¡¡¡

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